Aunque la irrupción de las nuevas tecnologías ha cambiado la forma de aprender de los estudiantes, no se ha demostrado una correlación entre su uso y el resultado académico. Lo que dicen los profesores es que antes los alumnos podían estar concentrados en una tarea unos veinte minutos. Ahora es imposible que presten atención más de diez, salvo que acompañemos la exposición de un soporte audiovisual. Nuestros jóvenes, nuestros niños sólo valoran lo que ven a través de una pantalla, la narración oral casi no tiene cabida en sus vidas.
La capacidad de adaptación de la escuela a esta transformación supondrá la mayor participación del alumno como sujeto activo del proceso de aprendizaje, como veíamos en la entrada dedicada a la “flipped class” o “la clase al revés” ( http://goo.gl/JPeh9H ). En esta modalidad el alumno muestra su capacidad para encontrar información, para trabajar con ella de manera científica y también su habilidad para comunicarse presentando y defendiendo en público sus proyectos. Normalmente asociamos el uso de ordenadores a una merma de la utilización de la memoria y la creatividad, pero al mismo tiempo es una herramienta muy poderosa para explorar, filtrar y tratar diversas fuentes de información, algo, sin duda, de gran utilidad en su futura vida profesional.
La resistencia al cambio, el miedo a lo desconocido, es algo humano pero, en este caso al menos, poco eficaz, ya que ese cambio es imparable. Como en toda gestión de un cambio, tendremos que intentar potenciar las ventajas y minorar los inconvenientes. Para ello es necesaria la supervisión y el control por parte de los padres y profesores sin dejar de lado la necesaria mejora de los equipos y la puesta al día permanente de los propios docentes. España es uno de los países con mayor número de ordenadores por alumno en las aulas y hace unos meses el Gobierno aprobó un proyecto para extender la banda ancha ultrarrápida para todos los colegios. Pero en cambio se echan en falta planes de formación continua para los profesores en esta materia.
A estas alturas no podemos imaginar un sistema educativo de espaldas a las tecnologías de la información y la comunicación pero debemos ser conscientes de la necesidad de utilizarlas de manera inteligente, aprovechando sus posibilidades para el aprendizaje de nuestros alumnos. Por el contrario la mayoría de los gurús de la tecnología, prohíben a sus hijos el uso de las tabletas y la Waldorf School of the Peninsula fundada en 1984 en California, una de las escuelas privadas que eligen los directivos de Google y de Apple para sus hijos, no utiliza ordenadores hasta que los alumnos cumplen los 13 años, sólo pizarras y tizas, pero eso sí, los niños aprenden a coser, a tejer y a hornear pan. Su lema es “una gran escuela que aborde el corazón y la voluntad, así como la mente del niño”.
Cuentan que Steve Jobs, en 2011, cuando ya sabía que su cáncer era imparable e iba a morir dejó una frase que nos debería hacer pensar: “cambiaría, si pudiera, toda mi tecnología por una tarde con Sócrates”.