Deberían reflexionar los padres cuyos hijos en edad escolar juegan los sábados y domingos partidos de futbol. Hay ciertos comportamientos que influyen en los niños, así que si los padres se comportan de manera adecuada, estarán reforzando la calidad de enseñanza y formación todo el entorno que hay alrededor del fútbol.
Todos tienen responsabilidad, no solamente los padres, también los entrenadores, los árbitros, los directivos y profesores, en que cada uno desde su papel sirva de ejemplo donde mirarse. El juego limpio y el respeto hacia los rivales es uno de los valores que los chicos pueden aprender. Hay padres forofos que creen que su hijo es una futura estrella y suele buscar responsables en el colegio, en el club o en los compañeros cualquier fallo suyo. No es incompatible la rivalidad siempre que no incluya insultos al rival, comentarios despectivos sobre árbitros y una excesiva exigencia sobre el chico.
La actividad de los padres es muy sacrificada, madrugones, entrenamientos entre semana, partidos a distancias considerables de casa, horarios incompatibles con el descanso del fin de semana de la familia. Y en ocasiones un esfuerzo económico importante para matricular a su hijo en un campus o en una escuela de fútbol. Y es que como comenta en su blog “La Soledad del Entrenador” Miguel Ángel Aroca, “Sin padres no habría fútbol”.
Pero el fin último debiera ser que su hijo se empapara de esos valores intrínsecos al concepto del deporte y no volcar sobre ellos una agresividad mal canalizada. Deberán aprender a dejar de ser “papás-entrenadores” y dejar que el niño evolucione a su ritmo, sin forzar la situación, sino lo que conseguiremos es presionar al niño y a sus compañeros y probablemente no disfrutarán practicando su deporte favorito.